Sus servicios han sido muchos y distintos, los cuales le llevaron a sensibilizarse y amar a Dios, a su propia vocación y a su familia

El padre Marciano, así conocido con mucho respeto y cariño, tiene 60 años de vida y casi 35 de ordenado; fue un 26 de julio de 1986, en Pachuca, cuando recibió el orden.
Sus servicios han sido muchos y distintos que lo llevaron a sensibilizarse y amar a Dios, a su propia vocación y a su familia.
El padre Marciano define la vocación como “el encuentro de dos voluntades movidas por el amor”.
La suya nace en una familia católica, donde cada semana iban a Misa; es el menor de cuatro hermanos.
Narra que llegó un tiempo donde empezó a ir a Misa solo como adolescente, hasta que el pensamiento de un sacerdote en sus comentarios sobre el cabello largo y el pantalón de mezclilla lo empezó a alejar.
Es uno de sus amigos quien lo empezó a invitar de nuevo a Misa, y en una a la que asistió se encontró con una señorita, le gustó y empezó a ir por ella; se puede decir que abrazó la fe, queriendo abrazarla a ella.
Un día no fue la joven y ese día puso atención a la homilía, que precisamente hablaba sobre la vocación sacerdotal; al terminar la Misa se acercó al párroco y le dijo que quería ser sacerdote. El padre no le creyó, pero lo invitó a hablar con el promotor vocacional.
Comenta: “¡Yo me puse muy contento por la invitación! Saliendo de Misa me encontré a la joven que sin duda me esperaba, pero fui zacatón y solo pude decir: ‘buenas noches’”.
Cuando llegó a casa le dijo a su familia: “¡Voy a ser sacerdote!”. Ellos se burlaron, lo invitaron a cenar y solo recuerda que ahí empezó su vocación.