Una más exhaustiva definición de liturgia incluye el concepto fundamental de la presencia de Cristo en el sacrificio de la Misa, en los sacramentos, en la Palabra de Dios y en el divino oficio

El término «liturgia» deriva etimológicamente de las palabras griegas λαός (pueblo) y έργον (trabajo, obra).
En consecuencia, el significado inmediato de la palabra compuesta λειτουργία es obra o trabajo del pueblo, quehacer público; indirectamente se refiere también a un oficio público al cual una persona está encargada.
La encíclica Mediator Dei n.25 define a la liturgia como «la adoración pública que nuestro Redentor como cabeza de la Iglesia rinde al Padre, así como la adoración que la comunidad de los fieles rinde a su fundador, y a través de Él al Padre celeste. En síntesis, resulta ser la adoración hecha por el Cuerpo místico de Cristo en su totalidad de su cuerpo: cabeza y miembros».
Esta definición ha influenciado profundamente a la Sacrosanctum Concilium (SC 7) que habla de la liturgia como «ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo» como «culto público integral ejercitado por el Cuerpo místico de Jesucristo; es decir, de la cabeza y de sus miembros», y como «obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo que es la Iglesia».
Una más exhaustiva definición de liturgia por parte de la SC 7 incluye el concepto fundamental de la presencia de Cristo en el sacrificio de la Misa, en los sacramentos, en la Palabra de Dios y en el divino oficio.
Durante la celebración de la Misa es Cristo mismo que «ofreciéndose una vez sobre la cruz, se ofrece aún a sí mismo a través del ministerio del sacerdote».
Citando a San Agustín, la constitución conciliar resalta que «cuando uno bautiza es Cristo mismo quien bautiza», Él está presente en su palabra porque es Él el que habla cuando en la Iglesia se lee la Sagrada Escritura; Él está presente «cuando la Iglesia ora y alaba».