Crédito. Rodrigo Martínez Baracs
Como lo destacó Harari, la religión cristiana, esta religión de paz y de amor, ha sido de las más mortíferas que ha habido, no solo contra los musulmanes en las Cruzadas y los judíos en los campos nazis, sino entre los mismos cristianos.
Mucho más que los romanos, los mayores asesinos de cristianos han sido los cristianos; debido a sutiles diferencias en sus creencias, como la cuestión de si basta con la fe o son necesarias las buenas obras para llegar al Paraíso, realizaron muy crueles y sangrientas guerras de religión entre católicos y protestantes, en las que participó gente tan culta como el ensayista Michel de Montaigne (1533-1592), y que nos hacen dudar de la viabilidad del proyecto humano.
Los españoles cristianos que vinieron a México no tuvieron ningún problema con matar, esclavizar y someter a servidumbre a los nativos de las islas antillanas, primero; y de Mesoamérica y los Andes, después.
De cualquier manera, como lo vimos, los españoles trajeron una Pax Hispanica, pero al mismo tiempo sus epidemias fatales; en lugar de ser matados en guerras, los nativos de América morían en epidemias.
Este fue el triste contexto de la conversión de los pueblos americanos al cristianismo.
Ciertamente, los nativos de América estuvieron dispuestos a aceptar el cristianismo, aceptando primero a sus “dioses” (Jesucristo, la Virgen, santos y santas) como dioses adicionales en sus panteones ya pletóricos, y finalmente aceptándolos como sus “dioses principales”.