
Crédito. Simón Vargas Aguilar
La importancia e impacto de las y los jóvenes en la actualidad no pueden pasar desapercibidos, sobre todo frente a un mundo cada vez más violento y en caos; sin embargo, también es cierto que la celeridad con que vivimos y los cambios sociales han impulsado que el tiempo de calidad en la familia y el acompañamiento que los padres dan queden relegados a segundo plano.
Y es que desafortunadamente hemos perdido de vista que demostrarles amor no solo debe enfocarse en la compra de bienes materiales, sino que por el contrario amarlos significa la enseñanza de valores, la construcción de puentes de diálogo para entender sus dudas, pero sobre todo en infundirles confianza en ellos y en el vínculo como familia.
Bien lo ha mencionado el Papa Francisco: «Jóvenes, son la esperanza de una sociedad mejor, de una Iglesia más viva, son el presente y el futuro. No tengan miedo de su juventud, no dejen que sus fragilidades los paralicen…».
No se trata de creer que la juventud se encuentra perdida, sino de entender que si no hacemos algo, sino reestablecemos la solidaridad, la compasión y la empatía, los problemas continuarán creciendo.