
Crédito. Simón Vargas Aguilar
Actualmente las notas sobre el crimen y la crueldad humana enmarcan las noticias y redes sociales; los conflictos armados continúan siendo uno de los tópicos más alarmantes y la juventud poco a poco ha comenzado a considerar la violencia como un estilo de vida viable.
La Iglesia, desde su concepción, ha sido considerada como una defensora de la paz, y es que dentro de los valores intrínsecos de la religión católica se pueden encontrar como pilares: el amor, la caridad, la misericordia, la bondad y la obediencia, por lo que la guerra, la violencia y la inseguridad son males contrarios a nuestro Evangelio.
Hoy la sociedad debe apoyarse y trabajar conjuntamente para evitar el triunfo de la violencia.
Hace poco, en las iglesias de Ucrania nos recordaron algo sumamente importante: “Los líderes religiosos debemos educar para la paz, pero no hay paz sin verdad y justicia. Debemos curar muchas heridas y muchos corazones, porque es más fácil reconciliar ideas abstractas que corazones traspasados”.
Es necesario que reflexionemos sobre la importancia de estos dos elementos y la forma en que pueden fomentar la lucha contra el crimen y las agresiones; rescatemos los valores y trabajemos en pro de la anhelada paz.