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Crédito. Simón Vargas Aguilar

¿Qué pasaría si dejamos de lado el egoísmo, la ingratitud y el individualismo? ¿Si dejamos de centrarnos solo en el dolor propio y vemos también el ajeno?

Amar al prójimo requiere entereza, honestidad, temple; pero sobre todo vocación de servicio.

Jesucristo ama a cada persona y su capacidad de amar es perfecta; el amor de Cristo queda demostrado en los actos de servicio que llevó a cabo por la humanidad.

Es por ello que la vocación de servicio se debe transformar en dedicación para aliviar el sufrimiento, para llevar consuelo cristiano a los afligidos, y no me refiero solo a hospitales y hospicios, sino también a amigos, conocidos y desconocidos, a aquellos hogares que viven en situación de pobreza.

Porque la vocación de servicio no implica solamente ayudar un día o dos, sino en todo momento desde nuestro ámbito.

Supone entender que así como hay que enfocarnos en las lecciones de vida, también hay que hacerlo en la gente, alumbrados siempre por el destino que Dios nos ha asignado, y el cual debemos caminar con humildad, obediencia, sencillez y amor al prójimo.