« Mis padres fueron los primeros que me hablaron de Dios y me enseñaron a rezar y a hablar con Él; a través de mis maestras de primaria, que eran religiosas, fui aprendiendo más y todo me gustaba mucho; me ayudaba estar en Misa »

Crédito. María de los Dolores Huerta
Mis padres fueron los primeros que me hablaron de Dios y me enseñaron a rezar y a hablar con Él.
A través de mis maestras de primaria, que eran religiosas, fui aprendiendo más y todo me gustaba mucho, me ayudaba estar en Misa, fui catequista desde los nueve hasta los 24 años, luego formé parte de un grupo juvenil misionero por un año cuando estudiaba la Preparatoria.
A finales del año 1988 asistí a un encuentro de la Renovación Carismática con el padre Onésimo Zepeda, lo cual fue muy importante porque conocí este movimiento y de ahí inicié en un grupo de oración.
Este encuentro con Jesús fue trascendental, cambió mi vida y animó en mí el deseo de buscar más a Dios, ya que desde los 12 años yo había querido ingresar a una congregación religiosa.
De 1990 a 1995 fue un tiempo de conversión personal además de gran bendición en el apostolado, ya que junto con más jóvenes formamos un numeroso grupo juvenil de Renovación con diferentes ministerios.
En la Semana Santa de 1995 participé en un retiro vocacional el cual fue decisivo para mi vida, ya que yo le estaba pidiendo al Señor que me dijera dónde quería que yo le sirviera.
Me respondió en febrero de ese año: Dios, a través de las hermanas, me llamó a ingresar en este instituto el 21 de agosto de 1995, fecha en que inicié el postulantado.
Por la gracia de Dios y por una solicitud especial de la Madre Isabel, que pidió como regalo de sus 25 años de vida consagrada nuestros votos perpetuos, el 8 de diciembre de 2001 nos los dieron.