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El sacerdote, extendiendo las manos, dice la oración que se suele denominar “colecta”.

Terminado el himno del Gloria el sacerdote que preside invita a la asamblea a orar, y todos a una con el sacerdote permanecen un momento de silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas.

Entonces el sacerdote, extendiendo las manos, dice la oración que se suele denominar “colecta” con la que se expresa la índole de la celebración.

Según la antigua tradición de la Iglesia, la súplica se dirige regularmente a Dios Padre por Cristo en el Espíritu Santo y termina con una conclusión trinitaria.

– Si se dirige al Padre: “Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos”.

– Si se dirige al Padre, pero al fin de esa oración se menciona al Hijo: “Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos”.

– Si se dirige al Hijo: “Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos”.

La asamblea, uniéndose a esta súplica, hace suya la oración pronunciando la aclamación: “Amén”.

Esta oración es una de las tres oraciones que en la Misa se llaman “presidenciales”, porque le corresponde sólamente dirigirla al que preside la celebración.

Las otras dos oraciones presidenciales son: oración sobre las ofrendas y oración después de la comunión; estas oraciones presidenciales forman parte de lo que en liturgia se llama: “eucología menor”.