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« Aunque el traicionado sea la víctima, muchas veces cae en la tentación de reprocharse a sí mismo por lo ocurrido, de flagelarse repitiéndose una y otra vez lo tonto que fue »

La traición deja los sentimientos desechos muchas veces.

Una traición deja una profunda desconfianza, ya que la persona puede comenzar a desconfiar de todo el mundo como fruto de la experiencia vivida. 

Evaluar la situación. Es importante matizar las circunstancias en las cuales se produjo la traición, sobre todo examinar con cuidado si hubo una intención deliberada de defraudar o no; las intenciones sí cuentan.

No culparse. Aunque el traicionado sea la víctima, muchas veces cae en la tentación de reprocharse a sí mismo por lo ocurrido, de flagelarse repitiéndose una y otra vez lo tonto que fue; no se debe asumir la responsabilidad que le corresponde a otro, y sobre todo es importante ser bueno con uno mismo.

Aceptar lo sucedido. A veces también se cae en la negación o en renegar de lo sucedido, y esto no deja avanzar; lo mejor es aceptar lo que ocurrió y examinar si hay una solución para lo sucedido o no.

Darse tiempo. La traición deja los sentimientos desechos muchas veces; es bueno darse un tiempo para que el impacto inicial ceda y dé lugar a una visión más lúcida de lo sucedido.

Realizar un balance. Todos los seres humanos fallamos alguna vez, no hay que olvidar esto: por duro que sea es importante hacer un balance entre lo que esa persona ha aportado a nuestra vida y el peso real de su traición.

Busca el camino del perdón. Perdonar no significa aceptar sin consecuencias lo sucedido, tampoco hacer como si nada hubiera pasado; más bien se trata de reconciliarse con uno mismo y aprender a dejar atrás lo ocurrido.