
Crédito. Simón Vargas Aguilar
Es probable que una de las enseñanzas más poderosas de Jesús radique en el amor como una forma de transformar el mundo.
En Lucas 27-35 lo ejemplifica muy bien: «Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian […] si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen?».
Y es que poner la otra mejilla no es una retirada, es en esencia un verdadero acto de coraje; no se trata de pasividad sino de un suceso que busca reconocer que el odio y la violencia pueden acabarse respondiendo con amor, un amor que busca no esperar nada a cambio.
Parece sencillo decir: “Al que te hiera en una mejilla ofrécele también la otra”; la realidad es mucho más complicada, porque la ira y el enojo yacen en nuestros corazones como sentimientos latentes y luchar contra ellos requiere valentía y templanza.
En un mundo acostumbrado a la venganza, no debemos olvidar la humildad con que Jesucristo aceptó su injusto proceso.
Tenemos que recordar que el amor gratuito y en muchas ocasiones quizá inmerecido es el que más permea a los corazones, conquista y genera paz.