« Sin el Espíritu Santo, Dios queda lejos, Cristo pertenece al pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una mera organización, la autoridad un dominio, la misión una propaganda, el culto una evocación, el obrar cristiano una moral de esclavos »

Crédito. Vannesa Quiñones
Ahora es el tiempo del Espíritu, el gran olvidado en la fe de los creyentes, pero sin el Espíritu de Dios en nosotros somos papel mojado.
“Sin el Espíritu Santo, Dios queda lejos, Cristo pertenece al pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una mera organización, la autoridad un dominio, la misión una propaganda, el culto una evocación, el obrar cristiano una moral de esclavos”, dice Monseñor Hazim.
Pentecostés es la seguridad de que el Espíritu nos convoca a la unidad desde una sana diversidad, y en este proyecto de ser Iglesia todos tenemos parte y protagonismo.
Todos los colores, todas las ideas, todas las culturas están llamadas a ser y a vivir el gozo de la Buena Nueva del Evangelio.
Jesús nos regala su Espíritu en el mismo momento en que nos envía, el Espíritu se manifiesta para el bien común y esa es la señal de la autenticidad de nuestros carismas en la Iglesia, un carisma que congrega, que convoca, que une, que crea comunión es del Espíritu de Dios.
Algunas características de la actuación del Espíritu Santo son: actúa con infinita y divina libertad sin que nada ni nadie pueda impedir su acción; cuando le place inunda, incendia y, según quiera, sopla dulce o violentamente.
Santifica a los hombres, se produce en todos, sin excepción, tomados individualmente; a veces se vale de unos para producir obra en otros.
La obra más excelente del Espíritu Santo es, sin duda, la encarnación del Verbo; todos los bautizados lo hemos recibido: está en nosotros y nos ha hecho templos suyos.