« Estoy muy contento, creo que estoy en paz y disfrutando de la vida »
me dijo Mons. Domingo Díaz Martínez en entrevista para Luz de Luz.

Vocación
El señor obispo se dio tiempo para recordar el origen de su vocación: “Yo quiero ser sacerdote”, exclamó una tarde cuando llovía y a lo lejos escuchó la campana de la iglesia de su natal Bravo, allá en Villa Corregidora, en Querétaro.
“La vocación es como toda una vida que comienza y todo nacimiento es una esperanza”, expresó al repasar vivencias en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Guadalupe.
Tras ser ordenado sacerdote eligió ser promotor vocacional, después estudió tres años en Roma y regresó para emprender su trabajo pastoral, ser designado párroco y después rector de su alma mater.
“Fui muy feliz”, recuerda los nueve años al frente de la casa de formación que al paso del tiempo tuvo que dejar porque algo más lo esperaba.

Llamado al obispado
“Sentí que se me venía el mundo encima”, dijo cuando en marzo de 2002 fue llamado por el Nuncio Apostólico para que le diera la noticia: “El Papa quiere que usted sea el obispo de Tuxpan”.
Mons. Domingo Díaz Martínez lo tiene claro: “La Diócesis de Tuxpan es una Iglesia bonita que me enseñó a ser obispo”.
No imaginaba que seis años más tarde estando en Tuxpan lo volvería a llamar el Nuncio: “El Papa quiere que se venga a Tulancingo”.

Arzobispo
Llegó aquella tarde con la encomienda de ser el segundo arzobispo de Tulancingo, y desde ese momento dispuso que junto a sacerdotes y feligresía caminaran juntos.
El primer trayecto fue toda la calle Juárez: “El día de la recepción ahí estaba la gente esperándome, ya venía revestido, tenían un carro para trasladarme, pero yo les dije ‘vámonos caminando’”.
“El primer saludo fue en Catedral; ahí iniciamos en el nombre del Señor”, dijo.
Mons. Domingo me recordó que a esas horas ya estaba contento, seguro y confiado en el Señor, con ganas de conocer y trabajar con los sacerdotes y la gente.
Sus dos primeros años en la diócesis los cataloga como una gran inversión, pues le sirvieron para conocer a toda la gente, para conocer a los sacerdotes, para conocer la realidad, “y después de esos dos años empezamos a organizar el trabajo”.
Y “hasta la fecha vamos caminando juntos, unidos y organizados”, reafirmó después de recordar frutos a su paso: la celebración de los 150 años de la diócesis, la Casa Sacerdotal, el Seminario, el Plan Diocesano de Pastoral, el Año Mariano.

Su gente
De Tulancingo “me gusta su gente, la gente es muy buena, son bonitas sus costumbres; la gente es bonita en el trato conmigo. Lo que más me gusta es la gente, sus costumbres que las expresan en la comida, en el canto, que las expresan en la participación, en el saludo, en el cariño. Me gusta la gente”.
Y es que el señor arzobispo ha podido percibir a la feligresía: “Cuando voy a las parroquias veo en sus rostros, en sus ojos, y yo los veo contentos de ser católicos, de ser hijos de Dios, de estar en la celebración. Eso también me gusta, me encanta”.

Presbiterio
De su presbiterio destaca la fraternidad: “Se ven como hermanos”, pero también el ánimo creciente, la disposición, su entrega, el cuidado de su vocación, el cariño por la gente; “yo los quiero mucho”, expresó.
Caminando juntos
Mons. Domingo Díaz Martínez asegura que la fe se ha fortalecido en estos últimos 15 años de la vida diocesana y se expresa en la participación de la gente; pero “no es cosa mía”…
“Hemos luchado entre los sacerdotes, los laicos y yo como pastor, por trabajar juntos. Juntos hemos avanzado en bienes que no se ven como la fraternidad, la unidad, la bondad, el perdón, el ánimo, la fe. Los hemos logrado entre todos”.
Para Mons. Domingo Díaz Martínez la pastoral organizada es a tres voces: laicos, sacerdotes y el obispo: “Ni el obispo debe callarse porque hace falta su voz, ni los laicos deben callarse porque falta su presencia, ni los sacerdotes deben ocultarse porque hace falta su participación”.
Y concluye: “Yo estoy contento porque sí hemos caminado, porque sí hemos caminado juntos”.

Realidad
En 15 años han muerto 54 sacerdotes y solo ha ordenado a 46; “ni siquiera igualamos”, lamenta.
“Pero nos hemos organizado con los laicos de tal manera que nos ayuden en las diversas pastorales”, acepta.
Y vino a su mente la pandemia que “nos dejó pobreza, secuelas, falta de oportunidades, vidas pérdidas de laicos activos y de tres sacerdotes”. “Ahí vamos”, dice.
Entrega
“¿Se imaginó que llegaría este momento?”, le pregunté. Él me contestó: “No, yo nada más quería ser sacerdote”.
“La verdad yo no me imaginé que podría ser obispo”, completó su respuesta en una espontánea reflexión.
“Una vez que llega la oportunidad, me gusta disfrutarla. Me gusta entregarme y yo me entregué como sacerdote, como obispo en Tuxpan y ahora también como arzobispo”, lo dijo para terminar.
Mons. Domingo Díaz Martínez cumplirá este año 15 años como arzobispo de Tulancingo.
También llegará a los 75 años de edad, 46 como sacerdote y 21 como obispo, hoy 1 de mayo.